domingo, 4 de marzo de 2012

¿Vacaciones?

No estoy seguro como empezó, digo no fue mi culpa pero igual es una situación inesperada, sobre todo si uno está paseando, porque suelen ser tiempos donde el sol brilla sin cansarse y todo parece ser perfecto. Sin embargo parece que Sasaima es un pueblo maldito. Nunca había visto que lloviera tanto en mi vida, menos a esa hora, y menos de ese modo. Todo estaba tranquilo y aunque seguía oscuro afuera ya empezaba un nuevo día. Todos estaban dormidos, pero yo que andaba tomando cerveza hasta no hace mucho tuve, necesariamente que levantarme al baño, entonces fue cuando sucedió, me acorde de lo lindo que era la lluvia para dormir y decidí poner más atención a su dulce sonido. Escuche un rugido, un rugido infernal que no paraba, un rugido que se robó todo mi sueño y me lo cambio por aquel miedo que solía tener cuando pequeño por las noches después de que mi primo me contara historias de terror de nuestro colegio. ¿La diferencia? Esta vez estábamos hablando enserio, el ruido era real, no era un gruñido de perro o un ronroneo de gato, parecía más como si la tierra se estuviera aclarando la garganta desesperadamente. Pensé en despertar a mis papas como solía hacerlo diez años atrás, pero no quería preocuparlos a menos de que fuera absolutamente necesario. Entonces me arme de un valor poco habitual en mí que me duro hasta que me percaté que la luz se había ido. Temeroso agarre una linterna que mi precavido papá había dejado sobre una mesa en ocasión de emergencia. La agarré y me dispuse a salir del cuarto lo cual resulto volverse la pesadilla de hace diez años, oscuridad total, pues era una casa en el campo y ni la luz de la luna ni la luz de la ciudad reflejada en el cielo llegaba a las tímidas ventanas de aquella cabaña. Entonces en mi cabeza aparecían aquellas imágenes de fantasmas que ya creía enterradas en mi mente mientras recorría un corredor que daba a un balcón que tenía un bombillo que para hacerme más macabro el momento alumbraba a medias y más que alumbrar estaba teñido de naranja, a punto de apagarse y apunto de prenderse. Avance y me encontré con algo de lo que pensaba yo era ajeno, un tímido riachuelo que antes pasaba a veinte metros ahora pasaba a tan solo diez, no era la tierra aclarándose la garganta, era un rio con el ruido más intimidante que jamás hubiera escuchado lo cual me aterró pues recordé todas las tragedias últimamente sucedidas en el país con tan brusco invierno. Entonces me abstuve de agitar la linterna hacia arriba pues no quería que pensaran que era una emergencia ya que sabía que había gente que si la necesitaba. Entonces me quede en un choque con la realidad de al menos cinco minutos que se me pasaron como una hora mientras alumbraba entre maravillado por la naturaleza y aterrado aquel riachuelo que era apenas un pedazo de un rio que pasaba no muy lejos de donde yo me encontraba, imaginármelo era el tope de preocupación que podía alcanzar. Sin embargo respire profundo y me calme mire los diez metros que nos separaban de una catástrofe y por alguna razón que ahora me parece ilógica, estuve seguro de que no iba a alcanzar la cabaña y con una confianza inimaginable volví al cuarto y no sé cómo, dormí, tal vez embriagado por el miedo, tal vez ante la situación mi cuerpo hizo un cálculo preciso que me dio seguridad, lo que sé es que estuve acertado. A la mañana siguiente nadie podía creer que no hubiera avisado, ni siquiera yo.

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